La mente es la gobernadora de nuestra vida. Ella tiene control y poder sobre el cuerpo físico y sobre las emociones. ¿Por qué? Si por ejemplo quiero hacer una dieta, antes tengo que pensar en hacer una dieta y lo pienso con la mente. Tengo que decidir qué dieta y lo decido con la mente. No es el cuerpo físico el que lo hace.

Además, en nuestra vida, es la mente la que nos hace hacerlo todo. No solo a nivel de cuidarnos o de nuestro bienestar. Si vas al supermercado esta tarde es porque la mente ha tenido el pensamiento de ir. Si os habéis casado es porque en la mente habéis tenido el pensamiento de casaros. Quiero decir, que la mente dirige nuestra vida en cada cosa que hacemos y experimentamos. Por lo tanto es muy importante saber manejar nuestra mente, porque en realidad, a nivel general, la tenemos salvaje. No está ni educada ni domada.
La mente es como un músculo. Si un músculo no es entrenado, va a estar fofo, débil, o rígido. Y así, no me voy a poder servir de esas cualidades que tiene el músculo. Si quiero sostener algo o levantar peso, no voy a tener la capacidad ni el poder porque no lo he entrenado previamente. Si, por ejemplo, lo tengo demasiado tenso y no lo he flexibilizado ni lo he estirado, entonces va a estar rígido y doloroso. Y eso tampoco es útil porque no voy a poder hacer lo que quiera con él.
La mente es exactamente igual. Si entrenamos la mente, haremos florecer sus cualidades y nos podremos servir de ellas en el momento en el que lo necesitemos. Cualidades de todo tipo: físicas, emocionales y mentales. Pero es a través de la mente cómo nosotros conseguimos extraer, tanto del físico, como del emocional y del mental, las cualidades necesarias para luego tenerlas disponibles y decir: “No, ahora necesito sentirme así”, o “quiero experimentar esto” o “quiero tomármelo así”, o “quiero pensar esta otra cosa”. Pero si no tenemos control sobre ella, ni tenemos manejo, ni sabemos cómo funciona, se nos escapa de las manos y cuando queremos sentirnos de otra manera, no podemos.
Una mente que no está trabajada es débil, está llena de dudas, tiene falta de confianza, carece de fuerza de voluntad para hacer las cosas, o falta de concentración o perseverancia para conseguir un resultado. A lo mejor tiene el impulso de empezar una actividad, pero la falta de perseverancia le impide llegar hasta el final, lo cual produce una falta de satisfacción de conseguir el resultado y por consiguiente una frustración interna, una desconfianza, o una decepción. Este tipo de emoción, conforme se acumula a lo largo de la vida, puede convertirse en enfermedades de tipo psicosomático.
Cuando la mente está contraída o rígida, quiere decir que no está flexible, y se mueve en los extremos. Piensa que las cosas son solo de una manera. Y cuando algo pasa que no es cómo piensa, entonces se viene abajo, sufre, le duele, o se decepciona. En este caso volvemos a tener problemas derivados de un escaso trabajo con la mente que la flexibiliza, la hace adaptable a las circunstancias, la hace maleable para poder aceptar los cambios y considerar otros puntos de vista.
Cuando trabajamos la mente a través de la meditación, en el momento en el que yo quiera tener una mente firme, la voy a tener, pero sin rigidez. Voy a quedarme en mi sitio y voy a decir: “No, no, esto es lo que yo he decidido”. Sin necesidad de enfadarme, ni ofuscarme. Es una decisión que tomo con firmeza, con aposentamiento, con equilibrio. ¿Lo entendéis? O en el momento en el que tenga que soltar o ceder pueda hacerlo sin dolor, con total consciencia, sabiendo que estoy dispuesta y que lo hago porque quiero y no por debilidad, ni por miedo, ni por desconfianza. Sino porque lo elijo, porque sé que es lo mejor, lo reconozco y lo asumo.
Y en casos en los que me encuentro con cierto ánimo o siento alguna emoción, a través del entrenamiento en la meditación, seré capaz de elegir cómo me lo tomo. ¿Me lo tomo bien o me lo tomo mal? ¿Qué puedo hacer con esta emoción que siento? ¿Cómo la manejo? ¿Cómo la transformo?
La meditación por tanto, ayuda a desarrollar todas las cualidades de la mente y de esa manera nos otorga la capacidad y el poder de elección de cómo queremos vivir nuestra vida y qué queremos experimentar mientras la tengamos.